Hoy cumple años Juan Caridad. Muchas felicidades.
Y aunque parezca mentira Juan celebra su tercer año de vida.
Alguno se preguntará que como es posible, porque el aspecto del Mister (como cariñosamente le llamamos) no es precisamente el de un tierno infante con chupete y babero (aunque el babero hay que ponérselo cuando habla de sus niños y de su mujer), sino más bien el de uno de los espartanos que aparecen en 300, con loriga, hoplon y lanza incluidos. Pues os voy a contar la historia.
Conozco a Juan desde hará unos diez años, ¡hay que ver como pasa el tiempo! Era delegado de un equipo en el que jugaban, también, Ángel Pardo y Ricardo Vázquez. Diversos avatares que no vienen al caso contar, hicieron posible el traspaso del “mister” a Insulae (que entonces no se llamaba así) y hacer un seguimiento de este genio y figura hasta la sepultura; lugar al que casi consiguió llegar, no sin gran esfuerzo y la inapreciable ayuda de su amigo Adalberto.
Los mal pensados, que lo hay, creerán que la inestimable colaboración de Berto para acercar al otro mundo a Juan, consistió en alguna de sus arrolladoras entradas. Pues se equivocan. No sé si por respeto, o por temor, o por las dos cosas, pero el caso es que nuestro “Panzer” no ha tenido encontronazos, dignos de señalar, con “el mister”. Su aportación hacia el eterno descanso adoptó formas más sutiles, en forma de sabios consejos productos de su enorme conocimiento en técnicas ancestrales de curación, casi todas ellas sin imposición de manos, pero si la ocasión lo requiere . . . con imposición de manos y de pies si se tercia.
El caso es que Juan sufría unos constantes dolores en el pecho cada vez que iniciaba un partido. Los primeros minutos eran insoportables, hasta que llegaba un momento en que le desaparecían. Los médicos no acertaban a diagnosticar la dolencia y él se iba acostumbrando a soportarla. Ya he contado, en otras ocasiones, el remedio de Adalberto. Estaba convencido de que todo era fruto de las pocas ganas de esforzarse, de no calentar lo suficiente y de no correr. ¡Si es que no corres!, le recriminaba en cuanto podía, ¡tienes que esforzarte más! . . .
Fueron pasando los años y en el 2005 nos llevamos un susto de los gordos. Estábamos jugando un partido, una mañana de sábado (como está mandado), cuando Juan se desplomó en medio de la pista. Perdió el conocimiento durante unos instantes y nos temimos lo peor (los que estabais presentes podéis publicar vuestro comentario). Desde ese momento comenzó su andadura por los hospitales, primero en urgencias y luego por la consulta de diversos especialistas. Pero como las cosas de palacio van despacio y las de la Seguridad Social más, el Sr. Caridad volvió a los terrenos de juego sin saber lo que le tenía reservada la Providencia.
Coincidiendo con la sardiñada de Montespiño, a principios de Junio, en un miércoles de calor, nuestro protagonista se apuntó a una pachanga con las espinas todavía en la boca y el líquido casi llegando al estómago. Es un hombre de los de antes, sin mariconadas de ningún tipo.
Fue ese día cuando un servidor llegó a la errónea conclusión de que si no había reventado con el esfuerzo realizado en unas condiciones tan poco apropiadas, su dolencia no podía ser grave y menos de corazón.
Pero . . . poco después le descubrieron que tenía varias arterias obstruidas hasta en un 90%, que venía arrastrando una angina de pecho desde años atrás, este era el origen del dolor, y que estaba expuesto a un infarto que le llevaría al lugar de dónde no hay retorno. La nueva realidad fue brutal, de repente se vio que cualquier esfuerzo físico podía haber acabado con su vida . . . y gracias a Dios no había sucedido lo que era más probable.
El tiempo que pasó ingresado, en espera de la operación, fue una prueba para él y para Mari. La situación no era de broma. Mi mujer me contó que cuando se acercó a visitarles comprobó el gran amor que se tienen. Mari le decía: “Araceli . . . es que le quiero tanto que no sé que haría sin él” (entrecomillo la frase como textual, no como licencia, porque se me quedó gravada).
Bueno, no sigo por aquí porque en vez de un cumpleaños parecería un funeral.
Juan, no me extraña que seas feliz, al margen de la apariencia que puedas dar, tu alegría está enraizada en tu mujer y en tus hijos. Enhorabuena tienes dos celebraciones la del 59 y la del 2005.
Y aunque parezca mentira Juan celebra su tercer año de vida.
Alguno se preguntará que como es posible, porque el aspecto del Mister (como cariñosamente le llamamos) no es precisamente el de un tierno infante con chupete y babero (aunque el babero hay que ponérselo cuando habla de sus niños y de su mujer), sino más bien el de uno de los espartanos que aparecen en 300, con loriga, hoplon y lanza incluidos. Pues os voy a contar la historia.
Conozco a Juan desde hará unos diez años, ¡hay que ver como pasa el tiempo! Era delegado de un equipo en el que jugaban, también, Ángel Pardo y Ricardo Vázquez. Diversos avatares que no vienen al caso contar, hicieron posible el traspaso del “mister” a Insulae (que entonces no se llamaba así) y hacer un seguimiento de este genio y figura hasta la sepultura; lugar al que casi consiguió llegar, no sin gran esfuerzo y la inapreciable ayuda de su amigo Adalberto.
Los mal pensados, que lo hay, creerán que la inestimable colaboración de Berto para acercar al otro mundo a Juan, consistió en alguna de sus arrolladoras entradas. Pues se equivocan. No sé si por respeto, o por temor, o por las dos cosas, pero el caso es que nuestro “Panzer” no ha tenido encontronazos, dignos de señalar, con “el mister”. Su aportación hacia el eterno descanso adoptó formas más sutiles, en forma de sabios consejos productos de su enorme conocimiento en técnicas ancestrales de curación, casi todas ellas sin imposición de manos, pero si la ocasión lo requiere . . . con imposición de manos y de pies si se tercia.
El caso es que Juan sufría unos constantes dolores en el pecho cada vez que iniciaba un partido. Los primeros minutos eran insoportables, hasta que llegaba un momento en que le desaparecían. Los médicos no acertaban a diagnosticar la dolencia y él se iba acostumbrando a soportarla. Ya he contado, en otras ocasiones, el remedio de Adalberto. Estaba convencido de que todo era fruto de las pocas ganas de esforzarse, de no calentar lo suficiente y de no correr. ¡Si es que no corres!, le recriminaba en cuanto podía, ¡tienes que esforzarte más! . . .
Fueron pasando los años y en el 2005 nos llevamos un susto de los gordos. Estábamos jugando un partido, una mañana de sábado (como está mandado), cuando Juan se desplomó en medio de la pista. Perdió el conocimiento durante unos instantes y nos temimos lo peor (los que estabais presentes podéis publicar vuestro comentario). Desde ese momento comenzó su andadura por los hospitales, primero en urgencias y luego por la consulta de diversos especialistas. Pero como las cosas de palacio van despacio y las de la Seguridad Social más, el Sr. Caridad volvió a los terrenos de juego sin saber lo que le tenía reservada la Providencia.
Coincidiendo con la sardiñada de Montespiño, a principios de Junio, en un miércoles de calor, nuestro protagonista se apuntó a una pachanga con las espinas todavía en la boca y el líquido casi llegando al estómago. Es un hombre de los de antes, sin mariconadas de ningún tipo.
Fue ese día cuando un servidor llegó a la errónea conclusión de que si no había reventado con el esfuerzo realizado en unas condiciones tan poco apropiadas, su dolencia no podía ser grave y menos de corazón.
Pero . . . poco después le descubrieron que tenía varias arterias obstruidas hasta en un 90%, que venía arrastrando una angina de pecho desde años atrás, este era el origen del dolor, y que estaba expuesto a un infarto que le llevaría al lugar de dónde no hay retorno. La nueva realidad fue brutal, de repente se vio que cualquier esfuerzo físico podía haber acabado con su vida . . . y gracias a Dios no había sucedido lo que era más probable.
El tiempo que pasó ingresado, en espera de la operación, fue una prueba para él y para Mari. La situación no era de broma. Mi mujer me contó que cuando se acercó a visitarles comprobó el gran amor que se tienen. Mari le decía: “Araceli . . . es que le quiero tanto que no sé que haría sin él” (entrecomillo la frase como textual, no como licencia, porque se me quedó gravada).
Bueno, no sigo por aquí porque en vez de un cumpleaños parecería un funeral.
Juan, no me extraña que seas feliz, al margen de la apariencia que puedas dar, tu alegría está enraizada en tu mujer y en tus hijos. Enhorabuena tienes dos celebraciones la del 59 y la del 2005.
Sigue siendo un ejemplo para nosotros, superado el problemilla del corazón estás en el camino de arreglar el de las caderas, porque para los que no lo sepan contaré que los traumatólogos le han asegurado que no puede jugar, por el desgaste, pero “el mister” ha decidido que aguantará con las que tiene hasta que lo pueda hacer con la prótesis que le están fabricando. Cuando llegue la caja pondrá en la etiqueta “prótesis de cadera para un tío con dos c . . .”
Muchas felicidades, otra vez.
9 comentarios:
Caritéé, quen ta ha visto y quien te véé. ¡Muchas felicidades!
Alberto
Muchas felicidades Mister!!! el auténtico Beckenbauer de la liguilla, un tipo especial y cojonudo!
Muchas felicidades!!
Juanito, muchas felicidades desde la capital del Reino de España.
Un fuerte abrazo
Tino
Muchas felicidades a quien representa para todos una insitución en el futbol y a quien muchos también le debemos nuestros inicios maestro!!!
Un abrazo
Querido Juan:
Un fuerte abrazo de quién en cada partido sigue aprendiendo al lado de tan estupendo maestro.
Que nos acompañes durante muchos torneos y disfrutemos juntos jugando.
Muchas felicidades.
Fer.
Muchísimas Felicidades Juan! Me ha dicho Raul, Shuster e Iker que te felicitase de su parte. También aprovecho para felicitarte en nombre de toda la familia blanca. Un fuerte abrazo de parte del 8 de Insulae y del Madrid.
Juan, este Robinho blanco ¿no es discípulo tuyo?
El sábado habrá que tomar la matrícula a los del equipo, aunque si es quién yo me imagino habrá que ponerle un radar.
Aunque se con retraso, forma parte del estilo retrasado de mi futbol, quiero se sepas que siento mucho que cumplas años y agradezco infinitamente que estes con nosotros por lo menos otros tantos como los .... ¡como los que tienes!
Un abrazo (sin mariconadas).
Muchas felicidades Juan, aunque te conozco poco creo sinceramente que eres de esas personas que mercen mucho la pena y que todos queremos tener como amigos, muchas felicidades de nuevo, que cumplas muchos más y que sigas siempre con ese buen humor,
Nacho Louro
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