Segunda jornada y vuelve a ganar Insulae, vuelve a perder Fadesa y los demás equipos cambian sus papeles: los ganadores de la primera se convierten en los perdedores de la segunda y los vencidos de aquella en los vencedores de esta. Burguer y Strugen’s boys ceden tres puntos que se alojan en los macutos de Coren y del Mundo de la Noche.
Así todos contentos . . . bueno, todos menos Fadesa que sigue con cero puntos y el cuerpo arbitral que empieza a estar hasta los huevos de la actitud respondona de algunos que no han entendido, o si lo han entendido no lo practican, que “al colegiado ni mu”.
Entre las cabezas pensantes del campeonato se está extendiendo con fuerza la teoría de que al haber árbitro la gente se aprovecha. Otra parte de la doctrina quiere creer en la bondad de los participantes y apela al buen juicio de cada uno para no aprovecharse de lo que no es aprovechable. En cualquier caso está en nuestra mano el buen funcionamiento de cada partido. Si hemos conseguido auto regularnos durante tantos años ¿no vamos a conseguirlo ahora? Yo creo que sí.
Nuevos cargos de gran responsabilidad recaen en D. Ignacio Pérez y en Daniel Zibaldone. Sobre las anchas espaldas de nuestro decano (que no lo es aunque lo parece) va a descansar la Tesorería General, desde este preciso instante se dedica en cuerpo, alma y garrote a recaudar los 5€ que por barba corresponde para endulzar las maltrechas arcas. Se ruega a los Sres. Delegados que faciliten su labor convirtiéndose en agencias tributarias para que sea entregada la cantidad correspondiente por equipo acompañada de una relación de los paganos con su nombre, apellidos, fecha de nacimiento y correo electrónico.
Para Daniel tenemos reservada la muy importante misión de presidir el Colegio de Árbitros, con la tarea de limpiar, fijar y dar esplendor a la unificación de criterios, así como aplicar el consejo evangélico de enseñar al que no sabe.
El próximo sábado será el último del año que dediquemos a perder balones esforzándonos en superar los obstáculos, naturales y artificiales, para colocar la pelotita ora en una vivienda, ora en una palmerita, ora en un sembrado . . . en cualquier sitio menos en la portería. Descansamos dos semanas y volvemos en enero.
El calendario está publicado pero puede sufrir alteraciones, es conveniente una revisión semanal por si las moscas. Además de la hora a la que nos toca jugar, aparece también la hora a la que nos toca arbitrar. Señores de Burguer King, o se lee todo o no se lee nada, todavía estamos esperando a su árbitro para el partido de las once y cuarto. Hubo juiciosos que dieron con la fórmula mágica para evitar estas deserciones: sustraer un punto al equipo que haga dejación de sus funciones arbitrales. Habrá que tratarlo entre delegados. Pero corresponde a todos los jugadores echar una mano en esta cuestión y recordarse los unos a los otros qué partidos recaen bajo su jurisdicción, no queda elegante el “no me di de cuenta” de los petardos del “famoseo”.
Otra cosa para recordar es el horario que nos hemos dado. Si no gusta podemos cambiarlo. Algo hay que hacer para esclarecer el equívoco, ya que no puede ser, como vimos el sábado, que entre los primeros en llegar y los últimos, del mismo equipo, tercien treinta largos minutos de diferencia. Los cautos llegan diez o quince minutos antes y los poco previsores llegan diez o quince minutos después . . . de la hora conocida para el inicio del encuentro: las 11.15 am.
Nos habíamos marcado el reto de ser puntuales y para eso el primer/o los primeros partidos tienen que empezar a la 11.15h, con cinco minutos de cortesía y con la pérdida del partido si el equipo compareciente así lo prefiere. De mutuo acuerdo se podría reducir el tiempo de juego si el equipo cumplidor lo tuviese a bien, pero esto es la excepción, no la regla.
Si no se cumple el horario al inicio de la jornada la experiencia de estos dos sábados nos dice que el pato lo pagan los que juegan al final; tienen que esperar por el terreno de juego, por el árbitro, los cronómetros, el balón . . . etc.
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