Esparta no estaba fortificada, no tenía muralla; Esparta no tenía ejército porque era un ejército.
El monte Taigeto venía haciendo las veces de nuestras clínicas abortivas. Cuándo la mujer espartana daba a luz un hijo débil o con alguna malformación el bebé era expuesto, abandonado a su suerte, que solía ser la de servir de festín a los lobos.
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